viernes, 20 de septiembre de 2019

Grito o oo o Eco o oo o

Me gustaría tener una amiga como yo, una novia como yo, una hija también, hasta ser mi propia madre. En verdad, sólo quiero sentir mi empatía hacia mí. Recibir lo que doy y no pensar que al final me voy a quedar hueca de tanto comprenderos y tanto vaciarme de mí.
Confundiré mi grito con tu eco y al final pediré ayuda por ti.
¿Quién me salvará cuando nadie ya reconozca mi voz?

Volver a casa pero ¿qué es casa?

Me mudo otra vez a la que fue mi ciudad.
En su momento me acogió en verano,
también,
y bajo la promesa de una rubia aventura amorosa.
Tuve muchas vacaciones y los diferentes aires de islas,
unos más fríos otros más amables,
condenaron ese inicio a un precipitado final.
Además,
hablando de islas,
entró por la terminal 2 el auténtico Aries
decidido a quedarse.
Y a cambiarme. A hacerme crecer.
El Aries tenía en mente y al descubierto que íbamos a ser importantes,
el uno para el otro y juntos.
Marcamos,
creo yo,
un referente hasta en el ambiente.
La historia real mejorada
llevó a la niña en vestido de muñeca
de los hombros del hombre,
al pedestal.
La tranquilidad, la comprensión, el amor y la fuerza regó la cháchara para ser un pilar,
un fonema.
Fonamental en catalán.
Pero ahora no es la historia de ese Aries
ni de esa fuerza
ni de esa juventud ni de las primeras lavadoras en Barcelona.
Ahora cambio unos barrios al norte y tengo muebles nuevos,
un contrato
y una buena habitación.
Me compro mi droga y estoy siempre sola
y por fin tengo sofá para invitar a mis amigas a ver pelis y a reír.
Pero me preocupa no ser la misma,
o ser tan así aún.
Me preocupa tener calles de mi ciudad prohibidas,
bares nuestros sin nosotros
y me temo una soledad que se queda sentada esperando a no estar sola.
Lo tengo todo y me aprieta el pecho,
quiero más que nunca pero no es aquí,
me mudo pero no me siento en ninguna parte
y lo más verdad,
lo que más me aprieta en el pecho,
es que mi casa tampoco la noto ya mía...

¿estaré empezando a desaparecer?