jueves, 28 de julio de 2016

Brot

El meu clatell feia una arruga de tant aguantar la mirada al celobert. Simbiòsi entre esquena i cap, feia unes hores era el lloc on havies col·locat la mandíbula. La teva barba em rascava però el caliu del baf groguenc per tanta cervesa encisava i a la vegada adormia cada cop més. Aquest cop sí.

Mentre fixava la mirada i creia morir per segons, els batecs de foc que cremaven acompassadament els núvols em despertaven de tot engany auditiu. Ara vermell, encara cremo de ràbia; ara groc, falsa amigor despullada de tu; ara blau, enganyes als nostres ulls; i clausura el verd: l'standby.

Ets un brot que de tant en tant em fas brollar com font i crèixer com arrel, però d'altres em mates com planta d'interior incialment ja morta. Seguim colp a colp al compàs d'aquells trets que em feien pensar com de lluny et trobes de vegades, tan lluny com proper de camí a casa. Tan lluny com voler creuar una línia recta entre el teu tatuatge de l'aixella i la meva piga al pit. Tan lluny com sento les teves paraules en boca de qui mai serà per mi amiga. Tan lluny com qui espera resposta i la té tan prop que a l'abast de la mà li torna a venir aquella olor calenta a maduixa...

La meitat de les nits sempre són compartides amb tu.

jueves, 21 de julio de 2016

Todos los hombres teneis el mismo nombre

Voy a lavarme el pelo para quitarme a ese hombre de la cabeza.
Creo que ya tuvimos esta conversación, me dijo.

Pero la verdad es que había hablado tanto de él que hacía tiempo que no tenía la boca tan llena de nada y era posible cualquier recuerdo fabricado post-mortem.
Que hace un lugar como este en una chica como tú, me decía él cada vez que le enseñaba el rincón donde crecía la hiedra, segundos después de que yo le especificara que la hiedra es como todos nosotros; aprovecha cada rincón para esparcirse.

Me compré el mejor champú del supermercado, el más caro. Froté hasta que empezaron a dolerme los dedos y después no recuerdo nada más. Decía que ya habíamos tenido esa conversación antes, que la ubicaba en el cajón de los recuerdos verdes un tanto azulados, y que siempre acababa del mismo modo: con un tijeretazo y cuatro dedos menos de pelo. 
Luego siempre recibía piropos sobre mi pelo corto y me recomendaban que no volviera a dejármelo largo, que no volviera a aposentar ni una mínima esperanza en él, que no volviera a su casa a beberme ni una Coca-Cola más y que sobretodo, por encima de cualquier consejo, no volviera a ser la hiedra que crecía entre la cama y el hueco del escritorio, allí donde iban a parar todos los cojines, mantas, y prendas de ropa interior.

Me lavaba el pelo tantas veces que lavarme el pelo me hacía recordar que tenía que quitarme a ese hombre de la cabeza.

domingo, 17 de julio de 2016

L'exhaust

La cadena de la bicicleta em fuetejava el turmell a cada passa que m'entrebancava. La cama dreta estava ja plena de marques i de incidents evidències de que jo no era la millor ciclista de la ciutat. Potser l'enterbolat de camades eren fruit d'algunes nits seguides de desgast. Festiu i sexual, dansa i ginebra. D'evitar obstacles n'havia quedat plena. Cossos en totes direccions i carrils bici freqüentats per inmòbils vehicles, la platja no sonava harmònica sino en un sostingut de vent repicant contra l'Hotel W. Mai m'havia sentit tan lliure. El pany sona a la meva butxaca i les finestres les obro al meu antull. Ascensor, porticons, matalàs al terra i aquest hidràulic, el gat miola i trontolla la persiana pel vent. S'ha de netejar però és la nostra merda. Era el tercer cop que agafava una bici.

lunes, 11 de julio de 2016

Pip

Pip y yo necesitábamos tiempo para definirnos a nosotras mismas, para elaborar una teoría sobre quiénes éramos y ponerle música. Pero con Pip nunca podía hacerse nada. Pip era tan imprevisible como tender una sábana con solo una pinza y pretender que siguiera allí la mañana después. Las pinzas que agarraban a Pip eran tan débiles que apenas sujetaban nada. Lo único que sujetaba a Pip era verme con esa peluca. Aunque odiaba el color rosa y el olor a plástico sintético, me daba un aire a Nastassja Kinski en París, Texas. Me ponía delante del espejo de encima la cómoda -el de justo delante de la cama- a insinuarme y a mirar a través de él cómo Pip se excitaba desde su lado izquierdo. Me creía en el mismo peep-show que ella y como si Pip fuera Travis, la mirada a través del cristal terminaba siempre por partirme el corazón. Veo que Pip está quitándose la camisa, y me muero. Veo que la cortina se mueve y entra aire, y me muero. Veo que estoy apretando un pezón, y me muero. Pero otras muchas noches Pip no volvía a casa. La esperaba a medias siempre. Con un tobillo dentro de la bañera y el otro pie fuera, siempre medio desnuda por si tenia que salir corriendo a abrirle la puerta o por si llamaban con cualquier noticia de Pip o de su muerte. Pip era la típica chica de la que te enamoras y luego se muere. Era la típica chica que ves que va a morir de un momento a otro y quieres ponerle tu las baldosas bajo los pies para asegurarte que no va a tropezarse y va a abrirse la cabeza contra el bordillo; o que quieres pasearla sobre una nube para que nada malo ni mundano la alcance. El problema de mi relación con Pip era que ella sabía que viajaba siempre en esa nube y que lo más mundano y malo que la podía alcanzar era yo. La vi, bajo la luz, con una pistola y supe, sin tener que mirármelas, que yo tenía las manos vacías.