lunes, 19 de mayo de 2014


Mis rodillas empezaron a flaquear. Ya no era el temblor de cuando me ponías nerviosa al no tener clara la hora a la que vendrías. Ya no era el incesante vaivén de las piernas esperandote en cualquier lugar, ni tansolo eran ya las rampas de cuando dormía. Ahora la inestabilidad se había filtrado por cada una de mis pecas, y a modo de árbol que se alimenta de sus raíces, todo mi ser se arraigaba a esas pecas, a esos puntos de incertidumbre, a esas motas de polvo esparcidas por una piel que ya no tocabas.