Me pareció ver en ti un despunte de algo mágico. No noté negación alguna, si no un pacto entre pecho y espalda y todos los órganos diciendo sí al unísono. Es más, el hueco se ensanchó para tener más espacio en el que quererte. Entre pecho y espalda me creció un huerto de naranjas por el calor del verano y la humedad de las pieles. Las recogí y las pinté, como queriendo guardar esa cosecha intacta, pero vi que seguían creciendo todas redondas y preciosas y supe, al notar mi vientre ardiendo y tu nuca húmeda, que tendríamos siempre el clima perfecto.
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