jueves, 17 de septiembre de 2015

Sin título

Y de tanto arder nos prendimos en el fuego,
no necesariamente de ganas, sino más bien por la escasez de agua, de tacto
y por sobra de resquemor.
Ahora ya nada nos ata, ni nos deja
nada nos late ni nos semeja.
Nada que hacer salvo negarnos
a ser cenizas sin posibilidad de fénix,
a ser manantiales sin verde que crezca,
a que estamos -más bien- anclados
en un pasado inerte de raíz y sin semillas por tierra.

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