Y las heridas las vamos escondiendo una a una para que no nos amarguen la existencia
pero apagarlas no es curarlas,
apagar es detener para que vuelvan a encenderse y que el dolor reviva como una llama incandescente.
Mis heridas las apagaron los besos húmedos y los ojos ciegos porque no puedo permitir que alguien me arrebate la decisión de sentir el dolor o no.
Hasta ahora he estado inerte.
Bienvenido pues.
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