martes, 2 de diciembre de 2014

Articulaciones

No entiendo porqué el frío se me queda siempre encallado en las rodillas.
Será que soy demasiado aprensiva.

Y las rodillas forman un núcleo, implosionan, tan hacia dentro que me duelen como si fueran piedras. Porque las piedras duelen, las piedras taponan. Y mis rodillas conducen el frío hacia todas partes.
Y es una mierda.
Luego viene eso de querer irse y no poder correr. Porque no tienes rodillas, tienes piedras. Y me quedo clavada, muda pero con tanto que decir. Pero no entiendes eso de que mis rodillas transporten el frío por todas partes y se me hiele hasta la lengua.
Pero las rodillas frías son síntoma de algo bueno, de que al menos, algo se siente. Te da tiempo cuando se empiezan a helar las rodillas de marcharte a algún lugar más cálido, te avisan las rodillas de que corras, como puedas, sino el frío subirá por las venas al corazón.

Entonces ahí sí que estaría perdida.
Mientras tanto intentaré eso de irme cuando empiece a notar frío en las rodillas. O escribiré bajo los efectos de Lykke Li, y haré hincapié en eso de honrar la tristeza. Porque es bonita, es fría y ayuda. Más que estar bien.

Sólo me conozco cuando estoy triste.
Y bueno, conocerse permite hacer cosas bonitas.
Gracias rodillas por marcarme el momento justo en el que salir huyendo.
(pero siempre sin correr.)

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