domingo, 8 de febrero de 2015

Domingos cuajados

A veces pienso que tengo a alguien siempre detrás con unas tijeras y que me va cortando el aliento. Los domingos tienen eso de que te falte siempre el último respirar, de medio ahogarse en mares que parecen cielos...
Y este domingo mío era tan espeso que se cuajaba hasta la respiración. Era algo así como una continua expiración y cuando las costillas quedaban ya hundidas, entonces algo me recordaba que debía volver a inflar mi estómago.
Quizás era porque el aire estaba duro.
Duro y cargado de todo aquello que no podíamos ver con los ojos pero que estaba ahí, reacio a meterse dentro de nuestros cuerpos. Si yo hubiese sido aire, tampoco me hubiera dejado meter en un cuerpo que me encarcelara, y menos si ese cuerpo estaba cada vez más frío e inerte.

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